RECUPERAR LA MUERTE. MANIFIESTO POR UNA VIDA CON SENTIDO

Ya sólo quedaba un día en que la familia iba al cementerio, abría las tumbas y hablaba de los que ya no están, recordando a los pequeños las vidas y facetas de los antepasados que nunca conocieron. Con respeto y cariño se abrían los nichos y las madres limpiaban con agua y lejía las telarañas forjadas desde el año anterior. Algunos optaban por flores naturales, sabiendo que a los dos días terminarían muriendo también...otros optaban por flores de plástico, sin percatarse de que ya estaban muertas. 

Ahora los cementerios se llenan de pelos canosos, mientras los niños y los jóvenes pululan por las calles pidiendo caramelos en casas donde nunca hubo, disfrazados de brujas y calaveras, jodiendo a veces las fachadas de la gente que pasa de bailar el agua a las tradiciones vacías y extranjeras. El mc Donald se comió al bocadillo de jamón con tomate, las cucarachas americanas se comieron a esas negras y pequeñas que habían antes, y la tele poco a poco se llenó de basura en la que se exhibe la vida de gente para que la gente sin vida tenga algo que hacer... No, no soy antiamericano; aunque me repatea que en las tiendas se venda ropa con banderas yankis, pero cuando te pones una bandera española te llaman facha o te hacen gritar gol. Lo que me jode no es que nuestro país pierda la cultura y la identidad para celebrar cualquier mierda que vió en los telefílmenes... lo que me jode es que perdamos el único día que nos quedaba para celebrar la muerte.


En Occidente nadie habla de la muerte. Da "marfario"...parece que hablar de la muerte mata. Sin embargo en tele cinco se recrean en las vísceras cuando emiten telediarios. La muerte es una cosa de espectáculo, o como mucho, algo que le pasa a otros. Cuando alguien muere, los niños se quedan en casa viendo la tele, o incluso se les miente y se les dice "papá se ha ido"...todo para evitar que vayan al tanatorio o al cementerio y queden "traumatizados". La gente realmente cree que la muerte puede traumatizar más que el hecho de no poderte despedir de alguien que formó parte de tu vida...o más que el hecho de que tu propia familia te mienta para "protegerte", cuando en realidad son ellos los que se protegen de la tristeza.

 No podemos hablar de la muerte porque nos recuerda que somos vulnerables...pero nos paramos en los accidentes con bizarro interés, para ver si vemos un dedico o algo que nos saque de la amnesia cotidiana. La muerte es un fracaso de la medicina del que mejor no hablar mucho. La muerte es un fracaso de la técnica, de Occidente, del progreso...del capitalismo. La muerte no interesa, porque nos recuerda que el dinero, los títulos y las fincas no pasan al más allá. Es mejor proporcionar una vida sin sentido para que la gente necesite llenarla en los centros comerciales, en los bares y en los casinos. Hacerse preguntas existenciales es un onanismo inútil sin retribución. Los viejos, moribundos e indigentes son expulsados de forma natural por una sociedad con delirios de grandeza, como una pincha de rosal expulsada por la piel...sin esfuerzo, sin ruido. Los hospitales también mejor a las afueras, por lo menos si son de esos en los que la gente se muere...y en los centros de las ciudades, mejor luces, tiendas, y centros de crujía estética. Carteles fastuosos que te recuerdan que puedes triunfar en la vida, que puedes comprarlo todo con un crédito o que puedes ser más feliz bebiendo agua negra edulcorada...Nos animan a llegar alto, a tenerlo todo, a necesitar grandes cosas para las que tendremos que trabajar sin descanso. Nos venden dinero para pagar cosas que nunca necesitamos. 

Y cuando la gente se enferma a veces tiene suerte. Le dice su dios de bata blanca: "le queda un mes de vida"...y entonces todo se hace eco, la mente se colapsa, uno piensa que no puede ser, que debe de ser un error. Primero negación, luego la rabia, luego la negociación...y al final la hostia. Bendita hostia del darse cuenta de que no somos dioses. Entonces llega la verdadera conciencia: "mientras mis hijos crecían yo trabajaba". Llega el verdadero valor de las cosas importantes, el peso de los asuntos pendientes: pedir perdón, decir te quiero mirando a los ojos, sentir la lluvia sin paraguas del Corte Inglés, pedir perdón, dar las Gracias...Llega la frase mágica: "Soy gilipollas. Llevo toda la vida creyendo que mañana empezaría a vivir". Uno se da cuenta de que ha postergado la vida y la felicidad: lo seré cuando pase al instituto, cuando acabe la universidad, cuando encuentre un trabajo, cuando ascienda, cuando pague la casa, cuando...

La muerte es la única que puede enseñarnos el valor de la vida. Sin embargo la apartamos. Preferimos seguir jugando a comer la manzana del árbol prohibido, jugando a la omnipotencia narcisista. Preferimos vestir a nuestros hijos y sobrinos de brujas y fantasmas, mientras nos callamos como putas que su perrito se ha muerto o que su papá tiene cáncer de colon. Nos creemos realmente que es mejor proteger a la gente para que no sufra, cuando lo cierto es que somos tan egoístas y arrogantes que ver sufrir al otro nos parece insoportables. No porque seamos empáticos y sensibles...sino porque la tristeza del otro nos recuerda que la tristeza existe. Nos perdemos la enseñanza de esta amiga, hermana y maestra que es la muerte. La que nos dice que amemos hoy porque mañana puede ser tarde. La que nos recuerda que la hipoteca es un invento para no dedicar tiempo al amor; que hablar del tiempo en las comidas es un intento para huír de la emoción. Joder, recuperemos de una vez por todas el espacio que la muerte se merece, como algo natural. Hablemos de la muerte con los niños, y pensemos con tranquilidad que hacer con nuestros órganos o qué música nos gustaría poner en nuestra despedida. Amémonos antes de esfumarnos. Seamos valientes y aprendamos a morir para poder, de una vez, aprender a vivir.

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