COBARDÍA RELACIONAL Y SINCERIDAD DECIBÉLICA


Anoche la música golpeaba nuestros tímpanos, los decibelios impedían que se escuchara más allá de lo comunitario, no podíamos oír nuestro corazón, ni nuestra respiración, ni nuestras toses, ni siquiera nuestros gritos. Y es que en las discotecas comulgamos con la música, e intentamos con el ruido callar nuestra consciencia,silenciar al pensamiento, sepultarlo bajo el estruendo y ahogarlo con negritas y matusalenes...Mi amigo se acercaba confiado, colocaba su mano sobre mis hombros y me gritaba al oído palabras sinceras, de esas que en la calle yo se que nunca me diría. Me decía lo mucho que me admiraba, traducía su afecto en palabras, mostraba sin tapujos la emoción...sólo yo podía oírle, y a duras penas, y si la música se hubiera parado, todo el mundo habría sido partícipe de una voz que parecía un secreto...

Gracias amigo por tus palabras, pero qué triste es que tengamos que escondernos tras los golpes sonoros de la percusión...escondemos nuestras emociones cada día, y esperamos a sacarlas en esos lugares donde todo está oscuro, las consciencias se aturden bajo los efectos del alcohol, las lenguas se sueltan y el ruido nos sirve de coartada. Lo que en la calle no nos decimos nos lo gritamos a la oreja aprovechando el telón de acero de los altavoces y las mesas de mezcla, y en vez de mirarnos a los ojos nos miramos al oído...

Internet nos ha hecho olvidar el cara a cara, y nos parece insoportable soportar la profundidad de una mirada, nos parece imposible ser sinceros, sobretodo con las cosas del corazón...y casi siempre la paga el tiempo, que nos permite hablar de todo sin decir nada. Falta hace de sinceridad en nuestras relaciones, falta nos hace recordar lo bonito que es sentirse libre, poniendo en armonía lo que pienso, lo que siento y lo que hago...poniendo en armonía lo que pienso de ti, lo que me haces sentir y lo que te digo, mirándote a los ojos...dándote la oportunidad de responder, para bien o para mal.

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