Mi último día de vida


Esta mañana me he levantado con la certidumbre de que era mi último día de vida.
Algo me ha dicho que podía ser el último, aunque no podía estar seguro del todo.
Primero he notado un amargo sabor a muerte...pero después he decidido vivir este último día...como si fuera el último.

He odiado el despertador durante unos segundos, he abrazado mi almohada un minutito más, y me he levantado de un brinco, notando el frío en mi piel. He puesto esa canción que tanto me gusta, y aunque tenía prisa, he disfrutado de la ducha caliente...me he mirado al espejo y me he sonreído, después de quitas con mi mano el bao y descubrir mi reflejo en el espejo (que guapo eres, lástima que estos ojitos se los coman los gusanos, me dije).

He cogido el bus y he sonreído al antipático conductor, que ante mi sonrisa, hasta me ha dicho buenos días. He mirado por la ventana el paisaje correr, y me ha enamorado su monotonía (podía adelantarme a lo que venía, porque es el mismo recorrido durante 5 años). Una niña me miraba curiosa desde el asiento delantero...¡Qué mirada más inocente! Cierro los ojos un instante, y doy gracias a Dios porque puedo ver, y recuerdo que siempre se me olvida lo afortunado que soy.

Al llegar a la facultad me dice la camarera, ¿lo de siempre?, y por un instante pienso: ¿por qué no cambiar? Pero no, el café me gusta demasiado, así que asiento una vez más. Sólo con olerlo mis ojos se despegan de la modorra matinal...cojo la pequeña taza (porque me gusta que el sólo me lo pongan en taza y no en vaso), cierro los ojos aspiro esa fragancia que me vuelve loco...y doy gracias a Dios porque puedo oler. De repente soy consciente de que siempre se me olvida lo afortunado que soy.

Cojo la prensa, leo lo que más me interesa, sigo motivado lo que pasa en Túnez y en Egipto, y me estremezco con una muerte más de esas que no puedo entender...algún sentido debe de tener todo esto, me digo. En la radio ponen esa canción de U2 que tanto me gusta, cierro los ojos y me erizo...y doy gracias a Dios porque puedo oírla. Entonces soy consciente de lo afortunado que soy, y de que nunca me acuerdo.

Saludo a un amigo en la puerta, me da la mano pero decido darle un abrazo, y cierro los ojos, y siento esa bonita comunión momentánea. ¡Lástima que se lleven los gusanos estos brazos que tanto han amado!, en ese momento mi entrepierna tiene quejas que una vez más paso por alto. A pesar de las quejas, después del abrazo cierro los ojos y pienso cuán afortunado de poder sentir con tanta viveza, y recuerdo que siempre se me olvida (cuántos abrazos perdidos...).

Decido terminar ese libro...a fin de cuentas, no estoy del todo seguro de que muera hoy mismo, y no estaría mal acabar la carrera. En vez de estresarme disfruto enormemente con ese libro...se me pasa el tiempo rápido, y el trabajo terminó siendo más un placer que una obligación.

Llego a casa cansado, me abro una cerveza, "quizás es la última", me dije. La miré caer en el vaso y pensé en lo trascendente que ha sido en mi vida ese ritual...esa espuma que intenta salir del vaso, que busca siempre algo más grande...como esas conversaciones que me gusta tener en las barras de bar...hablando de lo humano y lo divino, inspirado por esa profunda filantropía que me desborda...que se sale de mi caja torácica como esa espuma busca rebosar el vaso...

Caigo rendido y doy gracias a Dios por un día más...y por creer en Él, aunque sea a tronpicones. Pienso un poco en lo que he hecho durante el día, y deseo que mañana, una vez más, sea mi último día de vida. Amén...

Comentarios

  1. Jolín... esta ya sí que es más optimista :)

    Me gusta la temática, pero eso de vivir el último día como si fuera el último... Si lo es perfecto, pero ¿y si no? puede tener repercusiones nada agradables después :D

    Habla un mente-cuadrada nada impulsivo, como podrás ver...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

No olvides dejar un comentario o escribirnos al
granburdel@gmail.com

Eres el lector número...