EL POWER POINT Y EL CONCILIO VATICANO II



Cuando te dedicas mucho tiempo a la Educación No Formal, terminas por descubrir (o más bien re-descubrir con confianza) lo inútiles que son y eran la mayoría de tus profesores. Ahora, con esto de las nuevas tecnologías, el sentimiento de inutilidad ajena es aún más notable. Se produce la paradoja de que los avances que se hacen en nombre del progreso, nos terminan haciendo dar un paso atrás en algunos aspectos.

No me malinterpreten, no me descojono porque los docentes no sepan usar la pizarrita digital (francamente yo tampoco), o porque se queden patidifusos cuando el open ofice de la universidad no lee un archivo de vídeo, ni siquiera porque tengan que llamar a la conserja para darle al "on" al proyector o sean torpes aún al hacer doble click con el ratón. Lo que me hace verlos inútiles no son sus discapacidades tecnológicas, sino sus inutilidades pedagógicas.

Esto se hace más patente en una carrera y un máster en el que los ponentes son capaces de ser incoherentes entre lo que dicen y lo que hacen una y otra vez...quedando así descalificados por ellos mismos. Si alguien te dice que un discurso nunca debe durar más de 40 minutos por las limitaciones de la atención, y luego habla durante casi dos horas sin descanso, o piensas que ni él mismo cree en las teorías que te ha explicado, o piensas que tiene una lesión en el cuerpo calloso del cerebro... Las personas que te hablan de la importancia del aprendizaje significativo y de la participación del alumnado, te tienen escuchando sandeces dos horas seguidas sin participación de ninguna clase, más que la de su propio ego estimulando unas cuerdas vocales. Los profesores que reafirman la importancia de que un buen psicólogo trabaje sus fallas personales para no incurrir en estados emocionales descontrolados con el paciente, responden de forma iracunda ante preguntas de sus alumnos que les hace conectar con vivencias personales que no han resuelto...y así vamos.

La inutilidad de un profesor que intenta usar las nuevas tecnologías puede ser peligrosa...algo así como ponerle a una mierda de perro un envoltorio de bombones nestlé. Por mucho envoltorio, la inutilidad huele mal, y sienta mal a quien se la tiene que comer sin más remedio.

El nuevo dios de las clases, el Power Point, alimenta esta inutilidad pedagógica, dotando de medios a aquéllos que no tenían ya nada que decir, y , por desgracia, a veces volviendo inútiles a los que sí decían cosas interesantes. Buscábamos que los profesoras y profesores pudieran hacer a los estudiantes trabajar con los cinco sentidos en el aula...integrar conocimientos, acercar en el aula la teoría y la práctica...transformar el pensamiento analógico en un pensamiento integrador, cambiar las líneas de causa y efecto por complejas redes interconectadas. Pretendíamos un modelo en el que el monólogo se volviera diálogo, la díada fuera grupo, el pensamiento único fuera pensamiento diverso...pero no hemos hecho más que poner colores al fondo de unas diapositiva que siguen pasando de forma lineal, siguen contemplándose desde pupitres en pareja, y dan lugar a una memorización que no enriquece nada y a un mayor empobrecimiento de la relación preciosa que debiera ser la de un profesor y las personas a las que acompaña en un proceso de crecimiento.


La situación de las aulas me recuerda al Concilio Vaticano II, done la Iglesia tuvo dolores de parto otra vez, y trabajó por renacer a un tiempo nuevo. Sorprendentemente le dio a los laicos un papel activo que nunca deberían haber perdido, y volvió a celebrar las Misas en lenguas que todo el mundo entendiese...y el cura comenzó a hablar "versus populum", que no es contra el pueblo, sino mirando al pueblo al que se dirige. Pues bien, mientras la Iglesia sigue esforzándose por soplar en la misma dirección que los tiempo (aunque con esfuerzo y lentitud, porque hay mucha tinta negra del Concilio que dista de ser realidad), nuestras aulas se vuelven cada vez más preconciliares, con profesores que dicen clase en vez de "celebrar", y que hablan de cara a la pared, leyendo diapositivas que les hicieron sus pobres becarios, en vez e transmitir pasión y conocimientos "versus studiosi"... sin mirar a la cara a sus alumnos (que por otro lado a veces carecen de ánima y de ánimus, unas veces por la frivolidad de la vida, que los volvió frívolos, y otras, por la inutilidad de sus profesores, que se venden como progres, pero son pre-conciliares).

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