SOMOS UNOS YONKIS INFELICES

El silencio es necesario para hacer la digestión...lo sabemos porque cuando apagas el extractor de aire o la lavadora, un gran porcentaje suspira de gusto, e incluso lo dicen: ¡Qué gusto!, o ¡Qué descanso hija!...Y cuidado, que a veces esa lavadora no está fuera, está dentro, todo el día centrifugando mierdas en forma de pensamientos, imágenes, ideas,verbos en futuro y en pretérito perfecto...Parece que no hay paz para nosotros, y puedes intentar huir en vano hacia fuera, pero tampoco hallarás paz, porque mires donde mires encontrarás una orgía de informaciones destinadas a impactar en tu hipotálamo: te dicen lo que tienes que beber, a quien tienes que votar o qué ropa se lleva. Como la cocaína, al principio duele el tabique, pero luego quieres más...y cuando te das cuenta es más el esfuerzo por evitar lo incómodo de no consumirla que el placer que te daba tenerla. Así es la información. Somos unos yonkis de la información. En forma de publicidad, de wassap, de actualización, de llamada, de wikipedia...

Educar en el silencio es educar en la felicidad. Sorprende que sea coca cola quien haya inventado un Instituto de la felicidad. Esta empresa que nos ha vendido la coca cola como si fuera felicidad... me escama en principio que conozca la diferencia entre una cosa y la otra. Sin embargo hacen un Congreso de la Felicidad e invitan a Mathieu Ricard, al que la ciencia ha coronado como el Hombre más feliz del mundo. Es un tipo curioso, doctorado en biología molecular, que sin embargo lo dejó todo para centrarse en la meditación. Su córtex prefrontal (que relacionamos con las emociones positivas entre otras muchas cosas) tuvo los registros de actividad más altos encontrados hasta ahora en la literatura científica. Este hombre dedica buena parte de su vida a sentarse y respirar...en silencio. En un silencio más interior que exterior. Observando sin juzgar su respiración, sus pensamientos, sus emociones...haciendo una especie de surf mental. Además el payo dedica el dinero de sus publicaciones a obras benéficas: orfanatos, hospitales...
Entonces, sabemos que ser doctor en biología molecular no es lo que le dio la felicidad, aunque sí quizás le ayudó a acercar la meditación a occidente. Lo que a este hombre le da la felicidad es el silencio que le lleva al amor, y el amor que le lleva a las buenas obras. Sin embargo nosotros somos incapaces de estar en silencio, porque nuestra conciencia está colonizada por marcas  y productos que nunca necesitamos pero que luchan por ser imprescindibles. No hay un segundo de descanso...caminas por la calle impregnando tu retina de escaparates, carteles luminosos, comerciales que te detienen que pruebes un producto o te afilies a algún sitio...y cuando llegas al semáforo tienes dos minutos de parada. Pero al segundo sacas el móvil del bolsillo y buscas como un yonki todas las informaciones: actualizaciones de programas que no usas, mensajes de grupos en los que se habla de gilipolleces, fotos estúpidas que subieron personas con las que no hablas, a veces cosas de trabajo, reuniones, quedadas, dinero para un cumpleaños...y cuando te quieres dar cuenta el semáforo ya está en verde, un buen rato, y casi te toca volver a esperar. Cómo coño no va  a haber niños hiperactivos, si sus cerebros en desarrollo no tienen ni un puto minuto seguido para observar que existen. Cómo no va a haber déficit de atención, si tenemos petada la memoria de procesamiento con gilipolleces continuas!

 Esta conducta de yonki se empeora cuando estás con gente. En el semáforo hablabas con alguien para quedar, y cuando estás con él utilizas el móvil para quedar con otra persona. Es como si te pusieran los cuernos, porque la atención es fidelidad. Por eso lo llaman atención al cliente...porque buscan fidelizarte. Nosotros sin embargo somos promiscuos...nos acostamos con cualquier compañía telefónica que nos ofrezca algo "gratis", y hablamos con otra gente en vez de prestar nuestros ojos, nuestros oídos y nuestra alma, a lo que nos cuenta alguien a quien supuestamente queremos

El consumismo atroz ha llegado a nuestras relaciones. Primero nos engañó haciéndonos pensar que necesitábamos cosas, y que con esas cosas seríamos felices: una lejía que lava más blanco, un coche más caro, un robot que cocina por ti, una bebida edulcorada...cuando lo conseguíamos trabajando en el mismo sistema que nos vendía la felicidad, la felicidad se desvanecía y necesitábamos cosas nuevas, mejores, actualizadas...Ahora nos engaña en las relaciones. No sólo nos hacen creer que el sexo siempre puede ser mejor (que podemos corrernos a la vez, con condones que hacen cosquillas, con geles de frío o de calor, o con hombres y mujeres más potentes e interesantes que nuestras parejas), también incorporan a nuestras amistades una especie de obsolescencia programada. La comida o la quedada con tus colegas son más vistosos mientras las programas que mientras las tienes...porque cuando estés allí tu teléfono pitará y pitará, y gastarás tu tiempo de encuentro en programar encuentros futuros igual de vacuos y frustrantes.

Démonos cuenta de una vez que esas pieles tersas no existen, esos pollos horneados son de plástico, y que las "sugerencias de presentación" no vienen en la caja. La vida es otra cosa, quizás más sencilla. Quizás la crisis nos pueda enseñar...No se trata de desmantelar el estado del bienestar si bienestar significa derechos y seguridad social.  Pero habrá que desmantelar un "bienestar" artificial, construido a base de necesidades ficticias, con objetos estúpidos y préstamos estúpidos para pagarlos. Se trata de volver a mirarnos a los ojos, de recuperar el presente, de respirar...es gratis, por ahora

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