EL VIRUS SOMOS NOSOTROS

Ya van casi 9 meses convulsos desde que comenzaran a violarnos la oreja en cada telediario con esto del COVID, aunque creo que se dice la COVID. Primero lo recibimos con algo de incredulidad, así con cierta guasa, hasta que las barbas de nuestros vecinos vimos cortar... pronto se extendió el caos, nos encerraron en nuestras casas y las películas de apocalipsis zombi se hicieron con nuestra cotidianidad. El papel higiénico se acababa en todos los supermercados, se restringía nuestro movimiento, se nos tapaba la boca con mascarilla y se escuchaban términos de guerra como toque de queda o estado de alarma

Lo que creíamos tener por derecho se volvió limitado, nuestra vulnerabilidad se hizo más evidente que nunca y la sobredosis de información generaba una desinformación generalizada. Se terminaban las harinas y las levaduras para hacer bizcochos y panes de emergencia. Comprábamos hielo para beber en casa licores solitarios con los que anestesiar el sentimiento de miedo profundo que comenzaba a anidar en nuestros corazones. Se prohibieron los abrazos y los besos, que dieron paso a horas de bulimia en las pantallas en busca de consuelo en el encuentro con los otros, tan lejanos y a la vez tan cerca. 

Cada día subían los contadores de la muerte, sumando los decesos de nombres anónimos que se aglutinaban en los pasillos de hospitales en los que las máscaras de buceo que utilizamos en las vacaciones de verano, se trasformaban en improvisados respiradores . Los políticos como siempre, se culpaban unos a otros, viendo si nos contagiamos viendo el fútbol o asistiendo a manifestaciones feministas, si fue en los toros o en un meeting... Todos usaban a los muertos pidiendo que no se utilizara los muertos para hacer propaganda electoral

Mientras tanto, durante unos días, el mundo se paraba. Las fábricas que nunca duermen paraban de escupir humo, los coches dormían en sus garajes sin hacer sus trayectos al trabajo, y los hombres buenos y malos se quedaban castigados en su casa. De repente se veía la Manga desde la playa de La Ribera, las estrellas en el cielo de Madrid (y no sólo en su bandera)…volvían los peces a los puertos, las aves a las ciudades que antes habitaron, los osos a conquistar las calles (y no sólo el del madroño). Se regeneraron también ecosistemas perdidos: las comidas familiares, el tiempo de juego con los hijos, la lectura, las llamadas a familiares lejanos o la charla con los vecinos...

Las teorías se multiplicaban por esporas: un virus creado en un laboratorio, una mutación, una conspiración americana, china, iluminati, el 5 g, el punto g...no es de extrañar que en una época tan paranormal, el periodista que más haya trabajado haya sido Iker Jiménez. A día de hoy no tenemos ni idea de si la culpa la tiene el murciélago, el pangolín o el pentágono, aunque sí hay unos cuantos doctores, periodistas y youtubers desaparecidos o muertos en extrañas circunstancias por hablar más de la cuenta...algo tendrá el agua cuando la bendicen. 

Yo no soy virólogo, a diferencia de la mayoría de mis vecinos, pero la verdad que después de ver las reacciones de un cuerpo para luchar contra el virus, he pensado que el virus en verdad somos nosotros

Pues sí, la verdad, al final un virus es una especie de cadena de información que utiliza a una célula madre para replicarse a sí misma. Es algo a-celular, que infecta a una célula y la esclaviza para reproducirse...es capaz de infectar todo tipo de organismos:  animales, plantas, hongos...hasta a otros virus. Cuando tu cuerpo se infecta comienza una lucha interna para echar al invasor. La fiebre es una subida de temperatura que busca precisamente hacer que al virus le sea más difícil sobrevivir, nuestros ojos y nariz pueden echar fluidos para expulsar al invasor, la tos igualmente es como pulsar el botón de eject en uno de esos coches locos para expulsar al bicho... eso sí, el tiempo apremia, porque cada segundo, el virus esclaviza a las células para hacerse más y más numeroso...y al final la tos que nos protege le sirve al bicho para llegar a nuevas tierras que explorar y someter... 

Así estamos nosotros, reproduciéndonos sin parar, comprando fruta envuelta en plástico, pidiendo comida para llevar ahora que los bares están cerrados y usando mascarillas desechables que terminan por cada esquina de la calle. Nosotros somos los que hemos infectado esta célula terráquea, y sometemos sus recursos sin medida para seguir perpetuando nuestra especie y sus ansias de consumo. El calentamiento global es la fiebre de esta Tierra infectada que lucha por sobrevivirnos. Las Danas y riadas son estornudos y mucosas que intentan barrer nuestra despreocupada forma de vivir como si todo nos perteneciera. Los terremotos quizás son toses de la muerte para intentar arrancarnos de este sistema Vivo... Y quizás si el virus  somos nosotros, la COVID  forma parte en verdad del sistema inmune de la Tierra, que ataca al patógeno externo (no tan externo) antes de que sea demasiado tarde. 

Recordemos que los virus no son inteligentes, a penas podría decirse si están vivos como tal...son una especie de programa de autoreplicación. Así somos nosotros con nuestro capitalismo voraz... somos seres sin alma ni inteligencia, capaz de infectarnos unos a otros por seguir perpetuando el progreso hacia ningún sitio. Somos los que cambiamos el Amazonas por el  Amazon, arrasamos el bosque porque ahora se lleva comer soja o porque las vacas salen más rentables que los árboles. Somos los que explotamos a los niños del sur para sacar el coltán que hace falta a los móviles de los niños del norte, los que hacemos pisos en primera linea de playa hasta que ya no queda playa en la que plantar pisos, los que tomamos antihistamínicos porque nos da alergia la misma tierra de la que fuimos engendrados, y los que buscamos la felicidad trabajando a toda costa a base de orfidales para poder pagar el Netflix que ingerimos para poder olvidarnos de lo infelices que somos. Somos hijos de la Tierra destrozando la capa que nos protege del sol y contaminando el aire que respiramos, cagándonos en el agua que bebemos...somos, en fin, una enfermedad autoinmune.

La vacuna que necesitamos no la hará fisher ni bayer...porque quizás esa nos salve del coronavirus, pero no podrá salvarnos de nosotros mismos. 

Sólo la conciencia nos hará cambiar el chis


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